Sin embargo, ni aún en la muerte -o en el modo de afrontarla- somos iguales. Las diferencias culturales se manifiestan incluso en el momento final. Veamos, en vísperas del Día de los Fieles Difuntos y de Todos los Santos, algunas de las maneras en la que se celebra esta día.
España
El Día de las Ánimas, el Día de los Difuntos...así se conoce a los días entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre.

A diferencia de lo que ocurre en el mundo anglosajón -si se me permite decirlo-, en España la fiesta adquiere un cariz más profundo, debido, tal vez, a la importancia del catolicismo a lo largo de la historia. Lo tradicional era -pongo el verbo en pasado porque, como ocurre en todo el mundo, las alegres tradiciones foráneas han sustituido a las propias- asar boniatos y castañas que se comían en familia la Noche de Difuntos después de haber pasado el día en el cementerio limpiando la tumba de los familiares perdidos. No obstante, en algunos lugares se preparan también gachas -como las migas de niño- o castañas con leche.
Esa noche, además, se encienden las llamadas mariposas: velas que se colocan en cuencos o pocillos llenos de aceite y agua que iluminan la casa con la función de dar luz a las almas de los finados.
Otra de las bonitas tradiciones -la más bella, si se me permite opinar- consiste en recitar en familia el célebre drama romantico Don Juan Tenorio, de José de Zorrilla. Yo recuerdo, perdonad este comentario en plan abuelo Cebolleta, uno de aquellos recitales en casa de mi abuela con una de mis tías. Esas, y volved a perdonarme, sí son fiestas y tradiciones.
México
A esta festividad se la conoce comúnmente con el nombre de Día de Muertos. En realidad hunde sus raíces en las culturas prehispánicas que dejaron su huella o fueron asimiladas por la religión que desembarcó en el continente con los españoles.

La tradición, como en otros países, exige que las familias acudan a limpiar las tumbas de sus difuntos y a ofrecerles flores. Cuando no se puede, se hacen floridos altares ricamente decorados para mayor gloria de quienes nos han dejado. Entre las ofrendas realizadas están la fotografía del difunto, estampas representativas de las ánimas en el purgatorio, la cruz de tierra para recordarnos que polvo somos y en polvo nos convertiremos, la flor de cempachúsil, figuras de papel, calabazas y cirios pares (preferiblemente doce) que se colocan en cruz representando los cuatro punto cardinales con el fin de que el alma del difunto encuentre el camino a la luz.
Una de las curiosidades de esta celebración es la creación de rimas o calaveritas: pequeños epitafios en forma de poema que se cantan a personas vivas como si la muerte hablara y bromeara con ellos.
En una ceremonia de la UNESCO celebrada en Francia en 2007, la organización decidió nombrarla Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Estados Unidos

Pocos son también los países en los que no se celebra Halloween, la festividad de difuntos propia del mundo anglosajón.
En realidad, la festividad no nació en Estados Unidos, sino en la metrópoli europea, desde donde saltó al continente americano a mediados del siglo XIX con la llegada masiva de irlandeses; aunque no fue hasta los primeros años de 1920 cuando la fiesta quedó irremisiblemente ligada al país.
Lo que ocurre ese día lo tenemos más que sabido: los niños y jóvenes se disfrazan para espantar a los malos espíritus y recorren las calles de las ciudades pidiendo dulces y caramelos a sus vecinos al grito de Trick or treat! (truco o trato), lo que significa que el vecino tacaño puede sufrir las consecuencias de no contribuir con lo que se espera.
Reino Unido
Si he sido tan escueto antes, es porque pretendo explicar aquí el origen de la tradición y de algunos símbolos de la festividad, ya que Halloween nació, precisamente, en las islas británicas.

En el mundo antiguo ya se disfrazaban de demonios para ahuyentar a los espíritus malignos, y sólo hospedar a los benignos.
En fin, algunos de los símbolos más importantes y reconocidos de Halloween son las manzanas -con las que se juega al apple bobbing-, las máscaras y disfraces, el fuego y, cómo no, las calabazas.
Precisamente sobre la calabaza hay mucho que hablar. Se dice que los emigrantes irlandeses, antes de llegar a Estados Unidos, tallaban nabos pero al descubrir las calabazas y que eran mucho más grandes y, por ende, más fáciles de trabajar, las adoptaron rápidamente.
¿Y de dónde viene la calabaza? La calabaza representa a un creído y pendenciero granjero que tuvo la osadía de enfrentarse al diablo y del que hablaré -os lo prometo- en la próxima entrega.
Japón
Cultura milenaria. El país del sol naciente. Japón es una tierra que llama la atención, que atrae al viajero por su larga historia y su cultura. En Japón la muerte es vista como una manifestación más del movimiento del universo, no como el final de la vida.
A mediados de julio, los japonenes acuden a limpiar las tumbas de sus antepasados y a visitar las casa donde nacieron o vivieron. Ese día, además, de acuerdo con la creencia de que las almas de los finados vuelven al mundo de los vivos, se preparan platos especiales con los que honrar a quienes abandonaron el humano mundo.

Es imposible abarcar el mundo de los muertos y la mitología desde la perspectiva japonesa, pero podemos echarle un vistazo en próximas entradas...