
El 28 de septiembre de 2012 las fuertes lluvias, a las que estamos poco acostumbrados en el ardiente sur -excepción hecha de Granada- y la dejadez de las Administraciones en las tareas de limpieza de las ramblas que surcan nuestras provincias, provocaron que el agua demostrara lo sencillo que resulta desencadenar una tragedia en pocas horas.
Las dantescas imágenes se sucedieron aquí y allá, expandiéndose su publicación en las redes sociales mientras se inundaban pueblos y las infraestructuras crujían -en el mejor de los casos- bajo el peso del agua.

Y es que Almería, la provincia del sol, la provincia de cine, vivió durante unas horas su película más aterradora. De acuerdo con los datos ofrecidos por la Junta, fue Almería la provincia más castigada: allí se registró el mayor número de llamadas de emergencia y de incidencias.
Pueblos como Zurgena quedaron completamente incomunicados, y el Poniente almeriense no quedó atrás. No obstante, remitiéndome de nuevo a las informaciones del Gobierno andaluz, el Levante fue la región más afectada de todas; concretamente las localidades de Vera, Huércal-Overa, Antas y Pulpí.
En Vera, de la que tanto se ha hablado ya en este blog, ciudadanos de Las Buganvillas, Puerto Rey y Pueblo Laguna tuvieron que ser realojados cuando la rambla del río Antas no pudo contener por más tiempo la avalancha de agua que venía arrasando la provincia desde el norte. Para que se hagan una idea de la devastación de la naturaleza en Almería, fueron desalojadas 500 personas entre Málaga y Almería; 300 de ellas vivían en Vera, de acuerdo con las informaciones de El Mundo.

Pero no todo estaba perdido. El mismo día de la tagedia, que ocurrió a plena luz del día, ya había vecinos trabajando en sus casas para limpiar los metros de barro que las cubrían, y a los que se han ido sumando voluntarios y militares, especialmente de la UME -a la que pudimos ver también en los incendios este verano y en otras catástrofes naturales-.
No todo está perdido porque los sureños somos gente acostumbrada a luchar, a no achicarnos ante ninguna situación, a levantarnos cada vez que nos caemos. No todo está perdido porque, entre lágrimas, los almerienses saben recomponerse y andar camino.
Desde este espacio quiero enviar un saludo a mis vecinos que lo han perdido todo.
*Estas imágenes han sido amablemente cedidas por Víctor Domínguez y dejan ver una idea de lo que fue aquel día.
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