La
Abadía del Sacromonte es un lugar mágico, poderoso, de esos que respiran, que desprenden una energía que lo cubre todo y embriaga los sentidos.
Situada en lo más alto del célebre barrio granadino del Sacromonte, la abadía ofrece paz, calma, unas vistas maravillosas y una fuente de historia de la ciudad la Alhambra.
Puede que no sea tan conocida como el ya mencionado monumento, ni tan bella como el Paseo del padre Manjón, más conocido como Paseo de los Tristes; ni tan animada como cualquiera de los locales de Pedro Antonio de Alarcón, ni tan ricamente decorada como la iglesia de San Juan de Dios; pero nadie puede negar que se trata de un sitio especial.
La abadía está ligada a la religión, sí; pero también a la educación de colectivos tan especiales en España como los gitanos. Incluso hoy en día cumple funciones relacionadas con la educación y el conocimiento, además de ser un centro de culto religioso, por supuesto. No obstante, lo más hermoso de este emblema -muchas veces olvidado- de la ciudad puede que lo compongan las historias que encierra en su interior...
Piedra blanca o piedra negra
Cuando uno desciende a las catacumbas, además del frío y la claustrofobia, lo invade una sensación sagrada,
mística. Allí conocerá una de las leyendas más bellas que encierra la ciudad: la historia de dos grandes piedras, separadas, casi oculta una en uno de los angostos corredores, con poderes mágicos.
Cuenta una antigua historia cuyos orígenes -como el de todas las historias que merecen la pena- se desconoce, que al contacto con la piedra negra, el visitante encontrará a su media naranja en el plazo de un año. No, esto no asegura el matrimonio o el noviazgo, sino que hallará a la única persona en el mundo capaz de completarlo por completo, su verdadero amor eterno.
¡Pero cuidado los enamorados! Al contacto con la piedra blanca, nuestra pareja actual desaparecerá para siempre de nuestras vidas.
No es de extrañar, aunque a veces sorprende, que muchas parejas vayan juntas a la abadía, toquen la piedra blanca y, acto seguido, se dirijan a tocar la piedra negra para encontrar a sus respectivos verdaderos amores.
Mártires y momias
En realidad, toda Granada está llena de restos de mártires y momias. Uno puede verlos en las iglesias y en la catedral que salpican una ciudad ligada a la religión hasta sus mismas raíces, pero aquí, apartados del mundanal ruido que aturde los sentidos a pie de calle, contemplar a quienes dieron su vida por la fe, adquiere un cariz especial.
En las catacumbas o en la capilla, la imagen de aquellos que se encuentran durmiendo el llamado Sueño de los Justos, no puede dejar a nadie indiferente.
Los Libros plúmbeos
Pocos conocen la historia de estos misteriosos
libros que tanto dieron que hablar en su día, hace ya más de cinco centurias; pero el tiempo no ha borrado del todo su recuerdo.
Para encontrar el origen de esta historia -que no leyenda- hay que remontarse al período inmediatamente posterior a la Reconquista, a un siglo después, cuando los musulmanes y judíos conversos, y aquellos que, sin convertirse, permanecieron en sus hogares en tierra cristiana, tuvieron que padecer la presión social a la que los sometían los nuevos pobladores con su nueva fe.
En este contexto histórico fueron descubiertos en el lugar donde ahora se encuentra la abadía, restos humanos pertencientes al mismísimo San Cecilio, mártir granadino y patrón de la ciudad, y veintidós planchas de plomo con extraños textos escritos en latín y árabe. En aquellos "libros" se recogían las supuestas palabras de la Virgen María, quien trataba, a través de sus nuevos hagiógrafos, conciliar el Islam y el Cristianismo en la nueva España.
Aunque los restos fueron dados por buenos y reubicados, el fraude de los libros no tardó en desvelarse: aquellos textos fueron escritos por dos médicos mudéjares para aliviar la ya mencionada presión social. Los libros fueron devueltos a la ciudad por el Vaticano y hoy en día pueden verse en el museo de la abadía.
Pese a que el fraude se destapó, el arzobispo Cabeza de Vaca decidió erigir un centro de peregrinaje y culto que compitiera con Santiago de Compostela,
Roma o La Meca.
Sin duda, la abadía es uno de esos lugares que el buen viajero no puede dejar de visitar si tiene a bien visitar esta joya de la corona española...