En la entrada anterior quedábamos en Piazza Farnese, justo enfrente del magnífico palacio que hoy hace las veces de embajada francesa y al borde del río Tíber.
Antes de dirigirnos al célebre barrio del Trastevere, es una buena idea acercarnos a la gran Isla tiberina, donde se encuentran la iglesia de San Bartolomeo all'Isola y el Ospedale Fatebenefratelli; y a través del Ponte Cestio, entramos en el barrio más lindo y pintoresco de la Roma bella.
Hablar del Tastevere es hablar de la Roma medieval y moderna perfectamente conjugadas, hermanadas a lo largo de las estrechas callejuelas adoquinadas adornadas de flores y ondeantes banderas italianas.
Se trata, efectivamente, de un barrio medieval que, tras la II Guerra Mundial se convirtió en centro y símbolo del turismo de la ciudad.
Junto a las casas viejas y las iglesias de porte oscuro, en contraste con las del otro lado del río, se abren restaurantes y pubs donde disfrutar de los mejores encuentros con italianos y extranjeros.
Y después de pasear por sus calles y oír el peculiar acento romanaccio, después de visitar lugares como la iglesia de Santa Maria in Trastevere, Villa Farnesia y los palacios junto a la antigua muralla aureliana, el visitante puede subir hasta la famosa colina de San Pietro in Montorio, donde se dice que fue martirizado el santo, y ver la sede de la Real Academia de España y la iglesia de San Pietro in Montorio.
Pero el barrio no termina ahí, sino que se extiende a lo largo del río hasta los límites mismos de la Ciudad del Vaticano, y en su recorrido, el visitante no puede dejar pasar la oportunidad de ver el jardín botánico y los museos cercanos. Y es que el Trastevere representa como pocos lugares el genio de una ciudad única en el mundo.
Al salir del Trastevere por la Ciudad del Vaticano podemos retomar la senda hasta Villa Borghese, a la que ya hice mención en la primera entrada.
Situada sobre Piazza del Popolo, este gigantesco parque en el que uno puede perderse con facilidad, encierra museos, fuentes, obras de arte, un teatro infantil, una especie de pistas para caballos y un mágico encanto del que enamorarse para siempre.
Junto a la Galleria Nazionale d'Arte Moderno y la célebre Galleria Borghese se encuentran museos como el de Canova y la Casa del Cinema.
También se encuentran allí el zoológico de Roma y, como ya comenté, un teatro de buratini (marionetas) para niños.
Este lugar se compone, en realidad de diversos parques interrumpidos por carreteras por las que llegan a circular los autobuses hasta Piazzale Flaminio.
Para ir de parque a parque, además de a pie, el viajero puede alquilar patines o bicicletas para toda la familia, y recorrer las asfaltadas sendas bordeadas por bustos de grandes personajes italianos de todos los tiempos.
Mención especial merecen, a mi humilde parecer, el hidroconómetro, el Templo de Esculapio -en cuyo lago puede navegarse gracias a un sistema de alquiler de barcazas junto al propio templo- y las maravillosas vistas de Piazza del Popolo con el Vaticano al fondo.
Y como suele suceder en Roma, las entradas podrían sucederse una detrás de otra, y puedo decir orgulloso y contento que las del recorrido por la Roma bella no concluyen aquí, pues aún falta por ver Piazza Venezia, el Cementerio monumental, y algunas de las mejores vistas de la capital italiana.
Todo un lujo de paseo que, cómo no, continuará...
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