Antes de dirigirnos al célebre barrio del Trastevere, es una buena idea acercarnos a la gran Isla tiberina, donde se encuentran la iglesia de San Bartolomeo all'Isola y el Ospedale Fatebenefratelli; y a través del Ponte Cestio, entramos en el barrio más lindo y pintoresco de la Roma bella.
Se trata, efectivamente, de un barrio medieval que, tras la II Guerra Mundial se convirtió en centro y símbolo del turismo de la ciudad.
Pero el barrio no termina ahí, sino que se extiende a lo largo del río hasta los límites mismos de la Ciudad del Vaticano, y en su recorrido, el visitante no puede dejar pasar la oportunidad de ver el jardín botánico y los museos cercanos. Y es que el Trastevere representa como pocos lugares el genio de una ciudad única en el mundo.
Situada sobre Piazza del Popolo, este gigantesco parque en el que uno puede perderse con facilidad, encierra museos, fuentes, obras de arte, un teatro infantil, una especie de pistas para caballos y un mágico encanto del que enamorarse para siempre.
También se encuentran allí el zoológico de Roma y, como ya comenté, un teatro de buratini (marionetas) para niños.
Para ir de parque a parque, además de a pie, el viajero puede alquilar patines o bicicletas para toda la familia, y recorrer las asfaltadas sendas bordeadas por bustos de grandes personajes italianos de todos los tiempos.
Mención especial merecen, a mi humilde parecer, el hidroconómetro, el Templo de Esculapio -en cuyo lago puede navegarse gracias a un sistema de alquiler de barcazas junto al propio templo- y las maravillosas vistas de Piazza del Popolo con el Vaticano al fondo.
Y como suele suceder en Roma, las entradas podrían sucederse una detrás de otra, y puedo decir orgulloso y contento que las del recorrido por la Roma bella no concluyen aquí, pues aún falta por ver Piazza Venezia, el Cementerio monumental, y algunas de las mejores vistas de la capital italiana.
Todo un lujo de paseo que, cómo no, continuará...
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