"Arrivando ad ogni nuova città, di fronte ad ogni nuovo orizzonte,
il viaggiatore ritrova la luce che non sapeva più d'avere".
La parte más emocionante de mi Erasmus fue, sin duda alguna, aquella en la que me dediqué en cuerpo y alma a viajar de norte a sur por el país vecino.
El primer gran viaje tuvo una duración de dos semanas durante las que tuve oportunidad de visitar Florencia, Génova, Turín, Milán, Trento y Venecia. De este viaje conservo muchos buenos recuerdos, en parte porque supuso una ocasión perfecta para conocer gente y empaparme de tradiciones y cultura locales.
El 12 de octubre de 2012 partí en el tren desde Termini con dirección a Florencia, la más hermosa y elegante ciudad italiana que el viajero podrá conocer en su vida. La pequeña urbe vive aparcada en el tiempo, como si Dios hubiera detenido la carrera de los siglos en una época brillante para la ciudad: el Renacimiento.
Florencia, capital renacentista
En realidad, Florencia es muchísimo más que la capital del Renacimiento, pero éste lo empapa todo, desde la arquitectura a la literatura, pasando por las artes plásticas y el espíritu vivo e interesante de locales y foráneos.
La capital toscana fue fundada por Julio César en 59 a.C. como campamento para los soldados romanos destacados en el centro-norte de la Península itálica. Durante la Edad Media sufrió sitios continuamente que esquilmaron la población hasta llevarla a menos de 1.000 habitantes.
No fue hasta la conquista de Carlomagno, el rey franco que convirtió la ciudad en parte del ducado de Toscana, y que la hizo florecer gracias al creciente comercio imperial.
Debido a la Peste Negra, a la crisis económica y política de la Iglesia católica, cuyas causas principales estuvieron presididas por el papado de Aviñón y el Gran Cisma, la ciudad sufrió una fuerte revalorización de sus valores. Nace el Renacimiento.
El interés por el comercio y la economía lleva a la creación de nuevas rutas comerciales con Europa, a la creación del florín, primera moneda de cambio en la Europa moderna, y al florecimiento artístico y cultural de la ciudad.
Aunque en la época contemporánea fue incluida en la corona austríaca, entre 1865 y 1871 fue designada nada más y nada menos que capital de toda Italia en sustitución de Turín hasta que en fue sustituida, a su vez, por Roma.
Hoy en día es una alegre y vistosa ciudad de corte renacentista que vive de la industria y el turismo, sobre todo de éste último. Se trata de una joya en el corazón mismo de un país de maravillas. Repasemos ahora la larga lista de nombres de grandes personajes que nacieron o vivieron en Florencia, sin los que es imposible comprender el verdadero esplendor de la ciudad a lo largo de la historia.
Florentinos ilustres
Pocas ciudades han parido tantos personajes ilustres como la Florencia renacentista. En pocos kilómetros cuadrados se produjo una impresionante explosión de arte e intelecto que aún hoy sigue maravillando a historiadores, artistas y viajeros ávidos de conocimiento.
Fueron personajes ilustres de la ciudad, para mayor gloria del mundo, entre otros, Nicolás Maquiavelo, autor de discursos y teorías políticas cuya obra más famosa El príncipe sentó las bases de la política moderna.
También nacieron en la ciudad artistas como Miguel Ángel Buonarotti, el gran genio de la pintura y la escultura, cuyas obras pueden contemplarse hoy tanto en los museos de la ciudad -sobre los que hablaré en otra entrada dedicada a la ciudad- como en museos e iglesias de toda Italia, especialmente en el Vaticano.
O como el también artista e inventor Leonardo Da Vinci -que nació, en realidad, en la vecina aldea de Vinci, fruto del encuentro amoroso entre Piero Fruosino di Antonio, noble embajador de la ciudad, y una campesina- a quien hoy debemos intentos tales como la bombarda, la bicicleta, el traje de buceo, y numerosos tratados sobre anatomía, medicina, arte e ingeniería.
En literatura destacaron tres grandes: Dante Alighieri, autor de La divina comedia -a raíz de cuya primera parte, dedicada al Infierno, se aplica el adjetivo "dantesco" a aquellas imágenes situaciones que causan espanto- y padre de la lengua italiana.
Francesco Petrarca, también renacentista como la mayoría de personajes ilustres de la ciudad, y maestro del autor español Garcilaso de la Vega, a quien mostró el sutil y sublime arte del soneto.
Y cierra la tríada el escritor Giovanni Boccaccio, autor del Decameron, fundador de la escuela internacional, y del que se dice que nació realmente en París, hijo ilegítimo de un rico comerciante de la ciudad italiana que hoy visitamos.
Y aunque no florentino, sí fue toscano -de la vecina ciudad de Pisa, de la que hablaré en la próxima entrada- nada más y nada menos que Galileo Galilei, el gran genio de la física y la astronomía.
Tampoco era florentino el celebérrimo pintor Giotto, que vivió en Florencia durante el período Gótico.
Pero sí lo era otro famoso pintor: Sandro Boticelli, cuyas obras pueden admirarse hoy en la Galleria degli Uffizi.
Y existen otros muchos, como el famoso Savonarola, capaz de enfrentarse al Papa Alejandro VI, más conocido por su apellido Borgia, por corrupción y fue asesinado por orden directa del Vaticano; y la familia Médici, que controló el poder durante décadas y jugó un importantísimo papel en toda Italia como banqueros del Papa, como papas y como ricos gobernantes.
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