lunes, 11 de marzo de 2013

Personajes del mundo: Romasanta

"Niños y niñas, echaos a temblar.
Hoy os traigo, queridos, la historia de un criminal".


Hace algún tiempo -cada vez tengo que repetir con más frecuencia esta entradilla- os traje la terrible historia del almeriense que llegó a ser conocido como el "hombre del saco". Pues bien, hoy os traigo otro personaje español cuya historia es tan terrible o más que la de su compatriota mediterráneo.

Se trata de Manuel Blanco Romasanta, un gallego que saltó a la fama por ser el primer y único caso de licantropía clínica documentado en España. Este personaje, conocido como "el hombre lobo de Allariz" o, simplemente, como Romasanta, nació en 1809 en un diminuto pueblo del interior de Galicia; una tierra encantada, llena de hechizos, meigas y brujos.

Romasanta trabajó como sastre en Galicia hasta la muerte de su esposa -de la que no llegó a acusársele nunca, por si tal cosa pretendieran las malas lenguas-. Parece que poco tiempo después de su terrible pérdida, el sastre abandonó los hilos para dedicarse a la venta ambulante, como si el moverse de aquí para allá fuera un viático contra el dolor, de grasas y ungüentos, empleados frecuentemente como jabones y para engrasar maquinaria de carros y molinos.

El caso es que, después de mucho tiempo dedicado a aquel noble oficio, empezó a extenderse la noticia de que las grasas con las que se ganaba la vida aquel pobre viudo eran de origen humano. Parece una locura pensarlo, pero la superstición de la época y el hecho de que negocios relacionados con la venta de sangre o el tratamiento de la misma, así como de grasas, estuviera de modo durante ese siglo y el posterior, contribuyó en gran medida a que el rumor se convirtiera en verdad asumida.

Manuel Blanco Romasanta fue enseguida puesto en busca y captura, y apresado poco tiempo después. Hasta aquí, nada que reprochar al pobre Romasanta, cuya culpabillidad no había podido ser todavía demostrada. Lo realmente espeluznante, viene a continuación. Una historia de sangrientos crímenes que tuvieron a Galicia y a toda España en vilo durante siglos, pues su historia se ha empleado para asustar a generaciones enteras de niños.

Tras ser hallado y preso en Toledo, donde fue acusado de la muerte un alguacil en Ponferrada, escapó de las autoridades y corrió a refugiarse en Ermida, donde convivió con ganado antes de volver a la vida pública. Lo hizo en el pueblo de Rebordechao.
Allí se ganó la confianza de muchas mujeres, que lo consideraron un hombre culto -os informo de que sabía leer y escribir en una época en la que aquellos conocimientos estaban fuera del alcance de la inmensa mayoría- y le abrieron sus puertas de par en par. Allí comenzaron sus horribles asesinatos.

Más de una decena de personas, en su mayoría mujeres y niños, hallaron la muerte en los bosques que rodeaban la localidad. Según afirmó después el propio Romasanta durante el juicio, todo fue producto de un maleficio por el que se convertía en lobo y, hambriento, no tenía más remedio que atacar y comer a sus víctimas humanas. Lo cierto es que, esta vez parece que sí, les extraía el sebo corporal para hacer con él sus grasas y ungüentos.

Finalmente, el fiscal Manuel Blanco Bastida lo llevó ante los tribunales, que lo condenaron a pagar una muta de 1.000 reales por víctima y a morir a garrote vil. La sentencia, dictada el 6 de abril de 1853, no se cumpliría, pues un hipnólogo francés pidió a la reina Isabel II que le permitiera estudiar el caso. La pena fue conmutada en cadena perpetua y Romasanta murió mucho años después en la prisión de Allariz.

Tras de sí dejó muerte y miedo por los siglos de los siglos...

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