La visita por Roma no ha terminado aún. De hecho queda, para mi gusto, la mejor parte: descubrir Roma como capital de una de las mayores religiones del mundo, el Cristianismo, base de nuestra cultura y promotora de historia.

Lo bueno es que el percorso por la ciudad cristiana se encuentra en muchas ocasiones con aquel al que denominábamos imperial en anteriores entradas y con el que llamaremos bello.
Supongamos, como durante la visita por la Roma imperial que comenzamos el día, al alba casi, desde la estación de Termini, centro neurálgico de los transportes romanos y, por qué no decirlo, de toda Italia.

Os aseguro que su exterior, semejante al de una antigua cueva, no tiene nada que ver con su luminoso y tranquilo interior.
Llena de luz y de los cuadros originales de los se copiaron los mosaicos de la basílica de San Pedro, en el Vaticano, esta basílica fue diseñada por el mismísimo Miguel Ángel sobre las antiguas termas del emperador Diocleciano -un dato curioso, las termas tenían capacidad para algo más de 3.000 personas-, por orden del Papa Pío IV, de la célebre familia de los Médici, y que se encuentra enterrado en la impresionante basílica.
Pero no nos detengamos ahora demasiado, ya hablaremos de esta basílica en otra ocasión. Descendamos a través del parque de Vittorio Emanuele II hasta otra de las grandes obras de la ciudad: la Basilica di Santa Maria Maggiore, situada en la cima misma del monte Esquilino.

Todos los 15 de agosto, quien no haya podido ver al Santo Padre en el Vaticano, lo encontrará en esta basílica, donde celebra la Asunción de la Virgen; aunque durante el resto del año, la basílica está dirigida por un arcipreste de cualquier nacionalidad; de hecho, en la actualidad el cargo lo ocupa un arzobispo español.
Y es que la relación entre España y esta basílica en concreto es mucho más estrecha de lo que en principio se piensa, pero eso también lo dejaremos para otra ocasión.

Obras escultóricas como la de Felipe IV de España, la tumba de Pío V, el monumento funerario de Clemente IX, o el de Pío IX, al que se accede por una pequeña escalinata situada al pie del altar; o pictóricas, como los frescos de la Capilla Paulina, además de los mosaicos de la Coronación de la Virgen o el impresionante altar, hacen de esta iglesia un monumento digno de ver y de disfrutar que hará las delicias del visitante.
Una vez en la principal arteria de la ciudad, descenderemos hasta los foros, donde nos espera una bifurcación en nuestra ruta y cuyos posibles caminos se volverán a encontrar una vez cruzado el río Tíber.
No obstante, en este blog daremos una serie de rodeos y vueltas, pero no os preocupéis, nada en Roma tiene desperdicio.
Pero no nos desviemos de nuestro percorso. Descendiendo por Via Nazionale encontramos iglesias como la de San Paolo dentro le Mura, iglesia anglicana espiscopal americana, construida poco después de la unificación italiana.
Seguiremos la larga calle hasta llegar a una escalinata que nos conduce a los foros imperiales, atrás hebremos dejado edificios tan importantes como la Banca d'Italia, la Comisión Europea y el Palacio del Quirinale.
Descendemos y nos encontramos a mano derecha la Chiesa cattolica non parrochiale del Santissimo Nome di Maria y la pequeña iglesia de Santa Maria di Loreto.
Huelga decir que la magnificencia exterior de ambas iglesias se reproduce en el interior.
La luz, la exquisita decoración y el juego de colores de las columnas interiores compiten con la más impresionante de las catedrales, os lo aseguro.
Lo bueno de los foros romanos, amén de la impresión que causan como fiel testigo de la historia romana y europea, es que aquí y allá aparecen pequeñas iglesias llenas de encanto.
Por si esto fuera poco, el viajero que no quedara satisfecho con la visita por la Roma imperial, siempre puede repetirla mientras disfruta de la tradición católica de la capital italiana.
Pero bueno, ese paseo es otra historia...
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